Casi siempre he tocado temas trascendentales. Han sido mis únicos temas porque la religión estuvo en mi vida antes de tener contacto con un vocabulario, con una manera de expresarme.
De niño, una de mis máximas aspiraciones era ser santo. En la finca, entraba en terrenos místicos, casi de éxtasis. Vivía al borde de que algo, muy al margen de lo real, aconteciera.
San Juan de la Cruz fue el culpable de que desistiera en mi empeño. Según él, para subir al Monte Carmelo se necesitaba total humildad. Y reconocerse humilde ya era un acto de rebeldía. De ese círculo vicioso salí cuando tenía unos 16 años.
Ahora, cuando miro hacia atrás, me doy cuenta de que terminé haciendo cosas muy cercanas a ese ideal. Mi actitud ante la vida ha sido muy parecida a lo que preconiza la religión cristiana: mi trabajo no es otra cosa que un volcamiento hacia los demás de lo mejor que tengo. En mi obra no ha habido engaño. En mí dar más, es imposible.
Solo aspiro a que mi obra coincida con mi intención interior. Cuando lo logro, cuando encuentro cosas con las manos que concuerdan con lo que tengo adentro y que me era desconocido, llego a un estado en el que se podría hablar de un gran orgasmo espiritual.
Creo que en mi obra he buscado a Dios siempre y por todas partes ”.
Sol / aluminio pintado / 148x144x87 cm / 1985
No hay comentarios:
Publicar un comentario