martes, 26 de mayo de 2009

París, una antesala


Casacada y anudamientos / Aluminio pintado / 98x140x60 cm / 1989

Metamorfosis / Aluminio pintado / 100x115x41 cm / 1996
“De Mallorca viajé de nuevo a Francia con Dewey Owens y me instalé cerca de París: en Saint Germain en Laye. En ese año, (finales de 1954 - finales de 1955), fui con frecuencia a conciertos, teatro y exposiciones importantes como la que se hizo sobre México en París. Pero mi tiempo lo dediqué a hacer bocetos en cartón y a pintarlos. Es el único año de mi vida que no he dejado piezas. Me familiarizo con la lámina, la doblo, la pinto, la uno con pegantes y me preparo para vivir en Nueva York.
En esos años, pocas cosas habían pasado en Francia. Estados Unidos en una gran intervención de seducción, ‘Salut a la France’, había enviado grupos de ballet, de teatro, de música, de pintura. A los parisinos les entusiasmó todo salvo las obras pequeñas de los protagonistas principales de la pintura de acción: Pollock, de Kooning. Más tarde, hasta yo pagué las consecuencias de esa incomprensión que los estadounidenses vivieron como un desaire.
En el Petit Palais participé en la muestra ‘Artistes étrangers en France’ y en Nueva York fui incluido en una colectiva titulada ‘New Acquisitions’ en el Museo de Arte Moderno.
Fui mucho al Museo Rodin y leí, de nuevo, enormemente a Rilke. En ese momento seguía pensando que la literatura me era de una gran utilidad. Volví a ver a Brancusi y aunque su obra poco tenía que ver con lo que estaba haciendo, me sentí muy próximo a él.
Me interesé mucho igualmente por esos abstractos que adoptaron el movimiento y que mostraba la galería Denise René: Agam, Soto, Tinguely, Takis, Le Parc, Trakis. Ese arte cinético me gustó pero, como de costumbre, lo vi como un espectáculo.
Por supuesto, y aunque me tocara correr para coger el último tren que salía a medianoche de la estación Saint Lazare, fui a teatro. Me impactaron las piezas de Arrabal y las actuaciones espectaculares de Jean Louis Barrault. Varias veces vi a ‘Juana en la Hoguera’ con textos de Claudel y música de Honegger. La última versión a la que fui coincidió con la muerte de Claudel. Esa noche lo velaban en Notre Dame. Nos pusimos de pie al comienzo y al final en un silencio total. Fue una ceremonia sobrecogedora; de aquellas que solo los franceses saben hacer ”.

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